jueves, 2 de febrero de 2012

La influencia de las redes sociales en las personas solas


Desde el síndrome de abstinencia de no tener internet en casa después de muchos años, reflexiono sobre cómo las redes inciden o afectan nuestras vidas o nuestro estado de ánimo.  Hay quienes dicen que las redes sociales son sólo una vidriera para egos sedientos de reconocimiento, o un camino hacia la aislación y el individualismo. Sin embargo, eso aplicaría para quienes migran de la actividad social mundana y real a la mera interacción virtual sin empatía por quién está detrás del otro lado.


Para quienes vivimos solos, es decir, para quienes nuestro silencio es el eco que nos acompaña a menos que la música suene llenando el ambiente;  para quienes el espejo o la almohada es la única respuesta que recibimos a nuestros interrogantes; para quienes añoramos alguien con quien charlar de las cosas triviales, desahogarnos de preocupaciones, compartir la alegría de los logros o simplemente disentir en la forma que valoramos una situación o un incidente; las redes sociales cumplen el rol de ese compañero inexistente.


Publicar nuestro estado de ánimo, comentar una situación o una noticia, musicalizar un momento, expresar nuestra opinión; manifestarnos a través de una historieta, una imagen o un signo; es una manera de escaparnos de la soledad y el aislamiento e integrarnos de algún modo a la comunidad que está allí afuera.  Porque sabemos que alguien nos lee, alguien hace clic en “me gusta”, alguien comparte lo que le gustó de nuestro muro, alguien nos tiende una mano al saber de nuestros pesares, alguien se alegra con nosotros, alguien nos acompaña desde su computadora aunque tardemos meses en cruzarnos en la vida real; y eso nos hace sentir acompañados, un poco menos solos, un poco más integrados a ese entorno que a veces parece hostil.


Desde la timidez de quien siempre sufrió la incapacidad para relacionarse exitosamente con otras personas fuera del entorno laboral; desde la soledad que llegó hace unos años y no quiso irse más (porque aprendí que es mejor vivir sola que mal acompañada y la buena compañía aún no aparece); desde la soledad de esta noche, donde el trabajo en la computadora, el locutor de turno en la radio, y las cosas lindas que pasaron durante el día no alcanzan para llenar un vacío que no agobia pero “hace ruido”; desde esta soledad extraño la compañía de quienes llenan pequeños instantes del otro lado de la pantalla.


No poder “conectarme” a través de las palabras, usando el chat, el muro de FB, el correo, los mensajes de texto o una simple llamada; me hace sentir, repentinamente, como un náufrago en una isla de silencio, en un punto sin coordenadas perdido en el océano de la civilización.






Soledad Lorena
(Susana de recreo, mientras recupero el hábito de la traducción.)
01 de febrero de 2012




“Una palabra puede ser una ventana, una llave o tal vez una puerta.  Una palabra puede cerrar o puede abrir puertas; puede levantar puentes o derrumbarlos. Una palabra puede tocar, puede alcanzar o incluso traspasar.  Una palabra puede matar o dar vida. Una palabra puede sanar.”Soledad Lorena - Escritora


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