miércoles, 19 de febrero de 2020

Coyote

Aquel que se niega al amor
no es más que un niño lastimado
que eligió hacer de su herida
su credo, su morada
y su razón de vida.

Arrojar piedras al camino
lo distrae del viaje,
evitando aventurarse
en los meandros de su corazón.

Porque para amar es necesario
desnudar el alma,
reconocerse vulnerable
y buscar el abrazo
en los ojos piadosos
de quien no sabe odiar.

Soledad Lorena ©
Tejedora de Palabras
Derechos reservados

Susannah Lorenzo
Tejedora de Puentes


viernes, 7 de febrero de 2020

Historias Prestadas - Cuadernos

Cuadernos

Bubu Mara

Bubu había aceptado que Candelaria estaría fuera de su vida por un buen tiempo. Al principio le causaba una tristeza que se le metía en los huesos y tejía nudos en su corazón. Luego comprendió que no debía interferir. La encomendó a la Virgen, rezó por ella y continuó viviendo como si no doliera, como si aquel lazo que las unía hubiera sido sólo un espejismo.

Sin embargo, el subconsciente nos muestra en sueños lo que nuestro corazón no sana o aquellas emociones que intentamos controlar desde nuestra mente.

Esa nieta que alguna vez le había pedido con lágrimas en los ojos que se convirtiera en su mamá, ahora estaba de rehén entre fuegos cruzados y guerras familiares que la tenían como víctima y escudo.

A veces la niña se le aparecía en sueños llorando o intentando acercarse entre regaños y prohibiciones de su madre. Entonces el despertar era amargo y los nudos en su corazón parecían tejidos con las mismas penas de Candelaria.

En otras ocasiones, soñaba que salían juntas, se la encontraba casualmente en la calle o su madre la traía de visita. Las sensaciones eran reales y el instante compartido desaparecía fugaz con el sol de la mañana.

Decidió entonces comprar un cuaderno de tapas duras y forrarlo con una tela de estampado delicado en flores color lavanda.
Comenzó a escribir en tiempo real como si cada encuentro hubiera sucedido en la dimensión visible y tangible donde nos movemos durante el día.

Miércoles 06 de febrero de 2020 
La encontré en la peatonal de camino a hacer unos trámites en el banco. Apenas me vio, sonrió con chispas en los ojos, dudó y miró hacia donde su madre estaba con sus hermanos. Le sonreí y abrí los brazos para invitarla al encuentro, entonces no pudo evitarlo y se acercó con sus mejillas rosadas por la emoción.
Antes de que nos separaran, le susurré al oído, como siempre: “No olvides que pase lo que pase, siempre te amo y siempre seré tu Bubu y tu Hada Madrina.”
Está tan alta, ha cambiado. No supo qué decir, quizá la hayan convencido de que estoy fuera de su vida porque mi corazón nada siente por ella. 
Aún puedo sentir su cabello en mis labios.
Gracias Señor



Candelaria

-- Mamá, ¿me compras un cuaderno de princesas con tapas duras? Quiero hacer dibujos y escribir canciones.

Cada vez que tenía miedo por las noches, miraba su Atrapa Sueños y le rogaba al Ángel pintado sobre la pared, que las pesadillas se fueran y que pudieran mudarse a una casa donde ella durmiera sola en una habitación con paredes rosas y perfume de flores en la cama y en el ropero.

Su primer dibujo en el cuaderno, fue justamente esa habitación que ella imaginaba y anhelaba con el corazón. Cuidó cada detalle, conservando el Atrapa Sueños sobre su cama, la manta tejida a crochet de cuando era bebé en los pies de su cama y un Ángel con alas brillantes custodiando sus sueños desde la pared.

Tenía nuevas abuelas postizas ahora y no se permitía en la casa, hablar de Bubu Mara, por muchas razones que no entendía; su mamá había dicho que era mala persona y los había abandonado porque no sentía una gota de amor.

A veces le creía, ¿por qué si Bubu la amaba como había dicho, no llamaba o simplemente aparecía golpeando la puerta? Tenían pendiente una tarde con tazas de té y charlas sin testigos. Pero eso nunca había pasado, ni siquiera cuando Bubu era bienvenida.
Otros días quería escribirle una carta, dibujarle una princesa y fabricarle un castillo donde pudieran compartir tardes de té, bailes con vestidos preciosos y aprender esas cosas que sólo enseñan las Hadas Madrinas.

Cuando su mamá le preguntó por los dibujos del cuaderno, le respondió que estaba haciendo un cuento, que primero haría todas las ilustraciones y luego comenzaría a escribir la historia. Si alguno de sus hermanos le preguntaba por sus cuentos, ella inventaba cada vez, una versión distinta. Sólo en su corazón, guardaba secretamente el nombre verdadero de cada personaje. Su
mamá estaba muy ocupada para darse cuenta y sus abuelas postizas sólo veían novelas y jamás compartían historias mágicas. Su cuaderno era un puente que sólo ella y su Bubu podrían comprender.

A medida que dibujaba, comenzó a cambiar las pesadillas por sueños de colores y en las noches, se encontraba con Bubu Mara en diferentes lugares: comían helado, tomaban el té, paseaban por la plaza o iban juntas al cine.

Sólo entonces, escribía algunas oraciones para recordar el sueño.

06 febrero
La Reina del castillo ha organizado una fiesta, las princesas preparan masitas para la hora del té y dicen que un carruaje trae una visitante misteriosa de las tierras más allá de las montañas.




Cuadernos

Cuando Candelaria cumplió 15 años, un mensajero le entregó una caja preciosa, forrada con papel de seda y coronada con un moño de color violeta. A medida que abría la caja, un aroma a flores llenaba su cuarto de paredes color rosa. Nueve cuadernos de tapas duras prolijamente forrados con tela estampada de color lavanda arrebolaban sus mejillas y le hacían cosquillas en el corazón.

Cada cuaderno estaba identificado con una carátula que indicaba el año cuando había sido escrito y tenía dibujado un mandala, que cambiaba de colores y diseño según el ciclo al que correspondía.

Al final de cada cuaderno, la última hoja tenía un mandala sin colorear.

Mientras leía las anotaciones, los recuerdos y las emociones se agolpaban en su mente como una película que no tenía ni principio ni final. Contó los cuadernos, había un cuaderno por cada año que ella y Bubu Mara habían estado distanciadas.

Parecían sueños o pequeñas historias, quizá deseos o encuentros imaginarios. Sin embargo, algunos le resultaban demasiado familiares.

Buscó en el fondo del ropero sus cuadernos de princesas envueltos en la vieja manta de crochet.

Ella no había sido tan cuidadosa en indicar el año de las anotaciones, pero conocía perfectamente el orden de los cuadernos y los pasadizos secretos en los dibujos. Nunca había cumplido su promesa de escribir la historia que explicara las ilustraciones, ella no lo necesitaba. Cuando la Reina tomaba helado en el castillo, Bubu había contado un encuentro en una heladería. Cuando la Reina esperaba una visitante misteriosa, Bubu había descripto un encuentro casual en la calle.

Candelaria podía recordar esos abrazos nocturnos, esos sueños cuando sentía un roce dulce en la mejilla o esos instantes en que el Atrapa Sueños parecía agitarse como si los ángeles bailaran.

En el fondo de la caja encontró una nota escrita a mano con una caligrafía que no podía olvidar.

Siempre te espero.
Siempre te cuido.
Siempre te rezo.
Siempre te siento.
Siempre te bendigo.
Siempre te pienso.
Siempre te sueño.
Si algún día quieres, éste es mi número de celular:
La característica es de la ciudad donde nací.
El primer número es como el primer número de tu DNI, el segundo número es el quinto número de tu documento, el tercer número es el día de tu cumpleaños, el cuartó numero es el mes de tu nacimiento, el quinto número es el cuarto y último número de tu DNI, el sexto número es como el quinto número de tu documento, y el último número de mi celular es como el tercer número de tu DNI.
Mi corazón, mi amor, mis plegarias y mis bendiciones, te han acompañado todos estos años y están volcados en este cuaderno. Tú 
eliges cómo pintar el mandala que cierra cada año sin ti.
Bubu Mara

©Soledad Lorena
Tejedora de Palabras
Susannah Lorenzo
Tejedora de Puentes
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Historias Prestadas
Cuentos Terapéuticos
Tomo II
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Madrina de Historias Prestadas
Carolina de Rivas
Merlo, San Luis, Argentina