viernes, 28 de marzo de 2008

Personaje


De algún modo, cada poema o cada historia es como una pócima secreta que pretende rescatarnos de oscuras tormentas o de ignotos escondrijos.
Creemos que finalmente, un día, la persona indicada leerá nuestros versos, interpretará nuestras palabras y vendrá para salvarnos, para escucharnos y comprendernos. Aunque, generalmente, la persona equivocada mal entiende nuestras invocaciones y nos supone delirantes, insanos o dignos de compasión. A veces, incluso, la creación se parece tanto a una obra de arte, que nuestros lectores pueden elogiar nuestra capacidad para plasmar emociones ajenas, para inventar metáforas que nunca existieron.
Cómo un mensaje en una botella lanzada al océano del tiempo, buscamos y escudriñamos el universo todo, para que el amado se sepa amado, para que los Atilas sepan sobre el dolor ajeno, para que los ignorantes conozcan la verdad.

Creemos, o en verdad, creo que la palabra tiene vida propia, una energía en sí misma que la hace invencible y eterna. Entonces, aunque viaje y viaje y dé tantas vueltas alrededor del mundo, atravesando ondas sonoras, campos magnéticos y agujeros negros, finalmente, encontrará un cuenco, un eco, una voz donde expresarse y retornar a su origen.

Un personaje, tal vez, sería lo adecuado, una novela que copie las partes de la vida donde nos encontramos en un callejón sin salida; en una arena de leones rodeados por romanos que aún no comprenden el sentido de la vida; en un punto muerto sin pasaje ni destino. Un punto de inflexión, desde donde ese personaje nos beba y nos aprenda, se vista con nuestros colores y revele nuestros secretos para rebelarse en capítulos donde finalmente, el escritor se desangre en tinta sobre las hojas de la vida.

Sobre el escritorio, un par de borradores, un personaje que aguarda ser leído para cobrar vida y volverse eterno e invencible.

Sobre la silla, una ruana gastada, un vestido vacío y unas flores marchitas.

Desde la ventana, un Dios que escribe y desescribe, que borra y garabatea, que dibuja e inventa, que prueba los límites, que mueve las cruces como ajedrez de pasiones.

En los titulares y en los chismes, una injuria, un desatino, fabulaciones y condenas.

La Paz no estará en mi Nombre, sino en mi Verdad.




Soledad Lorena
De Rebeliones Secretas
Jueves 27 de marzo de 2008

Prisionera



¿Qué más queda?

En derredor, un desierto
árido y agreste, poblado
de vientos y canto rodado.

En el horizonte,
una línea difusa
que no lleva a ninguna parte.

En la valija,
un par de recuerdos,
algún sueño roto.

En la mochila,
la cruz y el destiempo
el dolor y el cansancio.

En la piel,
la marca tatuada
de pactos ancestrales
de sociedades que no entiendo.

¿Cuál es el precio?
De un plato de comida
un día sin poesía
y un techo que cobija…

Agradece y calla,
no reproches, no digas,
no sientas, no pienses,
no te atrevas siquiera
a mostrar tus colores.

Pero ay, no!
tampoco convoques
la muerte que libera,
rebelión de espíritus
que no acatan decretos.

Si mi muerte lastima
y mis alas perturban,
que estos versos sin ritmo
me rapten en una palabra
y santifiquen mi nombre.

Soledad Lorena
de Rebeliones Secretas
Jueves 27 de marzo de 2008
"Father forgive them, for they do not know what they do."
Jesus on the cross

Siberia


Supo que detrás de esos anuncios de neón, el nuevo destino no era más que un espejismo, en una Siberia atemporal y cruelmente ignorada en todos los mapas.

Aún así creyó, que un mágico secreto podía guardar aquella tierra que distaba de ser la prometida.

Desconfió de embajadores que vendían espejitos, en tiempos donde sólo se colonizan las ideas. Supo que tarde o temprano podían convertirse en guardia-cárceles sin armas ni ballestas.

Aún así esperó, que la misericordia divina convirtiera ese viaje en talismán del sendero.

Dicen que el viento ha secado toda lágrima y sin embargo, un llanto subterráneo y silencioso corroe la epidermis del alma.
Dicen que cada latido es un grano de arena en un reloj que ya no cuenta las horas.
Dicen que una machi agoniza sin pócima para sí misma y que su nombre rueda en una arena donde aún los romanos desvastan ángeles y celebran hogueras para quemar verdades.
Dicen que ha pedido el indulto, un pasaporte a los cielos que no se ven, una inyección letal de olvido o un descabellado rescate de guerreros.

Pero nada sucede, más que el viento y la arena, la vastedad de una geografía que no lleva a ningún lado, la ausencia de montañas que ya no presagia sueños, los recorridos en círculo, los pronósticos de caminatas que destruyen cada paso.

Sucede, o no, la palabra y el silencio que encierran y condenan, coartan y no perdonan.

Jueves 27 de marzo de 2008
Soledad Lorena
Prisionera