viernes, 28 de marzo de 2008

Siberia


Supo que detrás de esos anuncios de neón, el nuevo destino no era más que un espejismo, en una Siberia atemporal y cruelmente ignorada en todos los mapas.

Aún así creyó, que un mágico secreto podía guardar aquella tierra que distaba de ser la prometida.

Desconfió de embajadores que vendían espejitos, en tiempos donde sólo se colonizan las ideas. Supo que tarde o temprano podían convertirse en guardia-cárceles sin armas ni ballestas.

Aún así esperó, que la misericordia divina convirtiera ese viaje en talismán del sendero.

Dicen que el viento ha secado toda lágrima y sin embargo, un llanto subterráneo y silencioso corroe la epidermis del alma.
Dicen que cada latido es un grano de arena en un reloj que ya no cuenta las horas.
Dicen que una machi agoniza sin pócima para sí misma y que su nombre rueda en una arena donde aún los romanos desvastan ángeles y celebran hogueras para quemar verdades.
Dicen que ha pedido el indulto, un pasaporte a los cielos que no se ven, una inyección letal de olvido o un descabellado rescate de guerreros.

Pero nada sucede, más que el viento y la arena, la vastedad de una geografía que no lleva a ningún lado, la ausencia de montañas que ya no presagia sueños, los recorridos en círculo, los pronósticos de caminatas que destruyen cada paso.

Sucede, o no, la palabra y el silencio que encierran y condenan, coartan y no perdonan.

Jueves 27 de marzo de 2008
Soledad Lorena
Prisionera

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