sábado, 27 de octubre de 2012

La mujer que llegó de las estrellas




Antes de casarse con él, la esposa le había hecho prometer que nunca levantaría la tapa del cesto ni miraría en su interior hasta que ella le diera permiso para hacerlo. Si lo hiciera, un gran desastre podría abatirse sobre ellos. Pero fueron pasando los meses y el hombre empezó a olvidar su promesa. Su curiosidad iba en aumento, al ver el cesto tan cerca día tras día, con la tapa siempre firmemente cerrada. Un día, cuando estaba solo, entró en la cabaña de su esposa, vio el cesto, en las sombras, y no pudo soportarlo por más tiempo. Quitando la tapa, miró en el interior. Por un momento permaneció incrédulo, luego estalló a reír. Cuando por la noche regresó su esposa, supo enseguida lo que había sucedido. Se puso la mano en el corazón y mirándole con lágrimas en los ojos, le dijo: "Has mirado en el cesto". l lo admitió y le dijo riendo: "Qué tonta eres. ¿Por qué has armado tanto jaleo con ese cesto? No hay nada en su interior". "¿Nada?" dijo ella, sin apenas fuerza para hablar. "Sí, nada", contestó él enfáticamente. En ese momento, ella le dio la espalda, se marchó entrando directamente en la puesta de sol y desapareció. Nunca más se la volvió a ver sobre la tierra. Y todavía hoy oigo a la sirvienta negra que me dice: "¿Y sabes por qué se fue, amito? No porque él hubiera roto su promesa, sino porque, al mirar dentro del cesto, lo había encontrado vacío. Se fue porque el cesto no estaba vacío; estaba lleno de cosas hermosas del cielo que ella almacenaba allí para los dos; él no pudo verlas y se rió, así que ya no tenía sentido que ella estuviera en la tierra y desapareció.

Wendy Doniger, Mitos de otros pueblos. Siruela 2005


jueves, 25 de octubre de 2012


"Tiene que haber un hombre que venga y me abrace, mientras le pongo alas a mis sueños, que se sienta orgulloso de caminar a mi lado, tomándome de la mano, sabiendo que solo soy débil ante sus caricias. Tiene que haber un hombre que se sienta libre, estando juntos, y crea en mi silencio cuando no tenga palabras en mi boca. Un hombre que sea valiente y sepa decir no, que le eche valor a la vida y que no tenga miedo de ataduras o compromisos, y dado el caso, tenga arrojo para deshacer los nudos si llega a sentirse en algún momento atrapado por mí. Tiene que haber un hombre que no le sobre ni la falte humor, que sus besos y abrazos salgan del corazón, un hombre que me quiera y que nunca se atreva a prometerme que será para siempre."

Tomado de Karina Luna. (Pero es que se siente tal cual...)