lunes, 25 de febrero de 2013

En homenaje a Ylia (Bruxi, Maricarmen)


Mis primeros recuerdos se remontan a mis dos años.  Desde entonces empezó a crecer esa sensación de estar fuera de tiempo y lugar.  Buscaba formas de perderme entre la multitud o entre las montañas si salíamos de campamento.  Quería encontrar mi origen, mi idioma, mi lugar.  Estaba convencida que tenía que haber algún lugar en el mundo, donde no me sintiera rara, diferente, rechazada, ignorada o incomprendida.

Esporádicamente hubo dos personas mágicas en mi vida, mi tío favorito que escribía poemas y me regalaba violetas y mi abuela favorita que me enseñaba a amarme a mí misma.  Nuestros cambios de ciudades y provincias hacían que esos contactos no fueran suficientes, mi rareza junto a sus rarezas eran la excusa para evitar los encuentros.

Fue así que a través de la lectura encontré primero una ventana,  una puerta, un pasaje, un viaje, una manera de habitar en otro mundo y hacerme aún más invisible en la realidad que me tocaba.

Cuando tenía alrededor de 9 años empecé a escribir algunas cosas, a diseñar tarjetas con mensajes especiales y aunque eso fue el síntoma mayor de mi rareza, las lágrimas de un abuelo que nunca expresaba fueron la confirmación de que podía hacer mucho con la palabra.

Soledad Lorena fue el seudónimo elegido para dejar libre la musa, para ser un yo invencible y capaz de cualquiera cosa.  Otra vez las palabras fueron ventanas, puertas y puentes.  Creo que el ventanal magnífico apareció en los 90, cuando encontré el Foro de Literatura de México y la Lista de Literatura de Perú.  Fue un ventanal con vitrales de muchos colores, con vuelos de aves que viajaban distancias enormes.  A través de ese gran ventanal conocí mucha gente bonita que aún sigue en mi vida y por fin me sentí en familia, en mi mundo, rodeada de personas que hablaban mi idioma y otros idiomas que yo quería aprender.

Conocer a Ylia (Brujis, Maricarmen) fue todo un viaje, no tanto desde la poesía pero sí desde lo personal.  Junto a ella creí que todo era posible y estuve a punto de aterrizar en su casa antes de que llegaran los tiempos oscuros.  A través de ella comencé a leer Mujeres que corren con los lobos y entendí que tenía que desaprender todo lo aprendido para empezar un viaje hacia el interior de mi selva y mis ríos perdidos.  Fue a través de su guía que aprendí a desnudar mi Mujer Salvaje y no tuve reparo en aullar para encontrar mi manada perdida aunque esa manada estuviera a miles de kilómetros.  Brujis me ayudó a reconocerme como Bruja Azul y a no esconder nunca más mi propia naturaleza.

Cada vez que escribo, cada vez que abro una ventana, cada vez que sueño en naranja, cada vez que trabajo conmigo, cada vez que rezo y hago mi tarea, cada vez que me siento a la mesa, cada vez que preparo algo rico, cada vez que me siento caer, cada vez que duermo con la muerte, cada vez que bailo con la vida; ahí estás conmigo siempre mi hermana loba, maestra brujil, mi compañera de versos, mi sanadora, mi cantadora, mi amiga del alma.

Estés donde estés, ante ti dibujo una ventana con vista a un mar que aún no conoces, con aromas que te embriaguen para que sólo sonrías, con colores que desnuden tus penas y pinten tu corazón para sanar cada herida.  A esta ventana me asomo, te saludo, te venero, te bendigo, tomo tu aire y respiro y me siento a cantar una nana de jazmines.

Bendita seas Ylia querida.
Soledad Lorena
Sazul
Febrero 24, 2013


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