miércoles, 11 de julio de 2012

Sazul en el viento



Desde que se mudó a las tierras donde el Nguillatún se muere, una extraña maldición contagió su aldaba.  En las montañas donde casi nadie saber amar, perdió la ruta del amor y el romance.  Será que uno se condena innecesariamente por errores cometidos y una voz oculta y silenciosa teje alambrados que no distinguimos.

Conoció a quien supo dibujar el Mandala que todo lo puede, sin haber leído jamás una letra de las enseñanzas ancestrales.  Pero cuando él descubrió que su corazón se poblaba de jardines y su piel coloreaba sus grises,  huyó hacia el desierto de su soledad, donde siempre se había sentido seguro.

Hubo quien golpeó con insistencia la puerta buscando quién sabe qué espejismo, qué raro encantamiento que lo seducía;  y sin embargo, no pudo siquiera avanzar un paso por el portal, temeroso de que aquellas estancias cambiaran su vida.

Y después, llegó el maestro que sabía de los dones, que conocía el silencio de las cumbres y las palabras escritas sobre papel de arroz.  El invocó los ríos que transforman y sanan, mas cuando el agua se acercaba generosa y caudalosa, en un instante levantó un gran dique y contra el muro el agua se dolió.

Entonces, Sazul lloró toda la lava durante noches enteras, hasta que el corazón le quedó como un volcán en Payunia.  Cerró cada pétalo que había abierto, escondió sus alas bajo la corteza de arboles comunes y no empacó sus valijas, si de todos modos hace tiempo alguien robó sus pasaportes y compases de viaje.  Arrojó todos sus poemas a la hoguera sagrada para sacarse el frío que deja la piel desnuda por dentro y encontrar el aliento que la lleve de regreso  a un lugar que aún no conoce.


Soledad Lorena
11 de julio de 2012







Porque Vasalisa perdió su muñeca.
Porque las Mujeres que corren con los Lobos están tan lejos y le hacen tanta falta.
Porque a los Mantras y Plegarias se los lleva el viento.
Porque la Mujer Esqueleto se cansó de ser cazada y arrojada a los mares de sal una y otra vez.
Porque ya no recuerda cuando fue la última vez que vio a su manada o a su bandada.
Porque por más que junta los tacones no viaja en torbellinos de mundos encantados.
Porque ni aún quemando todos los fósforos, el cielo la rapta e inventa el olvido de su nombre.
Porque ya no puede ayudar a los Osos de Luna Creciente.
Porque las cantaoras no escuchan los cajones, las contadoras se quedaron sin cuentos y las lloronas se ríen como hienas.


Soledad Lorena
Sazul
Si el viento fuera como el mar, hoy podría llamarme Alfonsina.

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