sábado, 26 de noviembre de 2011

Círculos (Ni prosa, ni poesía)

Voy a dormir
Alfonsina Storni
(…)
“Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación; la que te guste;
todas son buenas; bájala un poquito.

Déjame sola: oyes romper los brotes…
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases

para que olvides… Gracias. Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido…”



Descubro que la vida toda es una serie de círculos, con estaciones en cada  uno de ellos, que se replican en el próximo círculo.  Por eso tanto deja vú, porque cada estación es una copia empeorada o mejorada (según los designios del universo) de una estación que ya pasamos; y descubro en esta estación tan repetida, que nunca habrá tal camino.  A veces, nuestros círculos se cruzan con otros, otras veces nuestro círculo aumenta su diámetro y nos da la sensación de que estamos avanzando.  Planetas en elipse o Cristos en calvario, el universo está allá afuera y las ciudades y los huertos no son para nosotros.

No hagas la autopsia de mis palabras
tratando de entender algo que nunca supiste escuchar;
no condenes  mi supuesta cobardía
tú que nunca tuviste la valentía de vivir;
no exorcices mis pecados
porque en tu silencio vive el peor de los demonios;
no maldigas mis pasiones
porque sin ellas no hubiera llegado hasta aquí;
no mancilles mi cuerpo en planchas de acero
el diagnóstico se lee en cualquier cielo nublado.


A ti te escribo Señor hacedor de los milagros, a ti te imploro Oh Madre de todos los humanos, a ti te busco Loba Salvaje de mis ríos subterráneos,  a ti te canto Huesera  sobre los huesos de mis penas, a ti te bailo Dakini y desnudo los disfraces que me esconden de la hoguera.  ¿Qué no ves que el tiempo se agota y estoy tan cansada de andar en círculos sin llegar a ningún lado?  Te he entregado mis manos, mi esfuerzo, mi luz y mi sombra, mi amor y mi desamor, mis plegarias y mis rezos, mis miedos y mis verdades, mis pasos y mi trabajo, mis hijos y los hombres amados.


No me vendas el simulacro de tu tristeza
si no pudiste ser mi alegría mientras latía;
no pretendas extrañarme
cuando tu ausencia fue la constante
en mis días de agonía;
no te permitas recodarme un solo instante
si en tu ocupada agenda mi nombre no tuvo sitio;
no tengas la osadía de comprar una sola flor
para arrojar en mi tumba
si tus manos jamás rozaron un pétalo frente a mis ojos;
no quieras alabar mis virtudes
esas que condenaste porque no supiste apreciarlas.


Aquí me quedo en esta vieja y conocida estación donde alguna vez nos cruzamos.  Ni siquiera he hecho las maletas, tampoco he comprado un boleto y ya ves,  mi poesía no enarbola despedida.  Puedes partir la tierra con tus bramidos, puedes azotar con lluvias los vientos marchitos; mas libra de todo pesar a quienes no hablan mi lengua, a quienes desconocen cada verso de mi historia.  Es tu hora de cambiar mi destino, de inaugurar un planeta nuevo con una rosa, una hamaca, un jazmín, una hoguera y un cielo lleno de estrellas para que escuches mis rezos.



Soledad Lorena
Susana Lorenzo
26 de noviembre de 2011
 

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