Uno contiene los pétalos,
no se haga evidente la rosa
y estalle en suspiros de seda,
mientras de arbustos se puebla
vasto y extenso el desierto.
Podría morir, quién sabe,
vacía la tierra
de besos húmedos de vida,
o envejecer sus horas
en una sola siesta.
Mas valdría el arrojo
inaugurar ese solo momento
en la aridez ajena,
antes que ahogar el latido
preso de una primavera
que nunca estalla.
Soledad Lorena
19 de agosto de 2011
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