Las palabras
atacan en jauría,
cuando el niño herido
se siente amenazado,
atacan despedazando
puentes, espejos y refugios.
Atizan los miedos
que me habitan,
destrozan los sueños
que apenas titilan.
Él se va con sus coyotes
aullando bajo su camisa
tejida con hilos de impotencia.
Yo me quedo
agazapada en el latido,
presa en el bosque
de mi mente enlutada.
Ya no le canto canas,
ya no busca mi abrazo,
somos apenas
las esquirlas y despojos
de nuestros niños
sin manuales ni estrategias.
Soledad Lorena
Derechos Reservados
Amor de Madre
01 de abril de 2019
Distancia
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