"Cuando Brunilda, la más famosa de las valquirias, decidió desobedecer a su padre Odin/Wotan, para ser fiel a su intuición, el padre la condena a vivir aletargada en un círculo de fuego, en Soledad, hasta que la libere un amor puro "
Texto adaptado del original de Fabiana Daversa
Del libro Mujeres Desobedientes
Capítulo de Brunilda, la preferida del padre
Reescribiendo a Brunilda
Brunilda siente el círculo de fuego acercarse, el sopor del letargo ha devenido en insomnio; su vestido se tienta con las llamas ardientes; no cree en conjuros de caballeros que la salven y el cielo se muestra desafiante, exultante de espacio y promesas de vuelo.
Brunilda respira, compás, ritmo y cadencia; respira con la música de su Alma; respira recorriendo su cuerpo con su aliento divino; respira y los nombres se borran en remolinos de aire.
Brunilda ya no reposa, no espera, no acata, no obedece, no perece.
Brunilda se desnuda y se alza como una amazona, voluptuosa y jugosa.
Brunilda respira, cierra los ojos y despierta. Danza y respira, late y suspira, florece y medita.
Brunilda respira y se ríe. Su risa resuena en los confines y espanta los fantasmas. Su risa susurra sortilegios entre las llamas que juegan a devorarse un vestido que ya no la contiene.
Brunilda se aleja del círculo de humo, ligera y sensual, sutil y audaz. Le crecen rosas en los pechos y jazmines en la cintura; hilos de seda alargan su cabellera y besos de miel dibujan nuevos suspiros.
El mar la invita tenaz y sorprendente. Brunilda no sabe nadar aún, pero acepta el reto y se zambulle.
Brunilda respira y baila, respira y nada, y en la curva de una ola, escribe un poema para construir su primer velero.
Soledad Lorena©
Tejedora de Palabras
Susannah Lorenzo
Tejedora de Puentes
Madrugada
21 de octubre 2019
Gracias a Fabiana Daversa por brindarme un espejo y ayudarme a reconocer las pruebas.
Gracias a Alicia por acompañarme en ese instante donde el fuego era más real que mis alas.
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