Si pudiera, iría por la vida como una heroína, usando la luz
como espada y el amor como fuego sagrado.
Pintaría murales de colores en los paredones grises, desintegraría la
roca en los muros tan altos, derretiría el acero en las murallas
blindadas. Pero por sobre todo, abriría
grandes boquetes para inaugurar ventanas.
Ventanas con cortinas etéreas, suaves como pétalos de
rosas. Ventanas para abrir y dejar que
el aire, entre a bocanadas. Ventanas
para mirar el mundo y distinguir el horizonte más allá de las fronteras. Ventanas para soltar las palabras y la música
como palomas al viento. Ventanas para
respirar los aromas de jardines ajenos.
Será que cuando abro mis ventanales, siento que la
muchedumbre es una gran ciudad de edificios grises, frente a mí sólo muros,
mirillas y tapiales.
Tu fortaleza puede parecer segura, libre de polvo y hojas
secas, inmune a los vientos de montaña y las lluvias de la pampa. Pero sin ventanas, sólo te llegan cuotas de
sol, migajas de cielo, cuentos de amor y memorias desterradas.
Soledad Lorena ©
01 de julio de 2013
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