Nos privamos de la poesía
cuando escondemos las alas
para no incomodar a los cautivos,
cuando silenciamos el amor
para no intimidar a los cobardes.
Nos alejamos de la poesía
cuando dejamos de besar
los nombres que se apartan,
cuando dormimos los sueños
para no despertar ilusiones,
cuando sometemos el corazón
a los mandatos de la razón.
Dejamos de respirar poesía
cuando contenemos el aliento
para no recordar ecos prohibidos,
cuando perdemos el arrebol
bajo la palabra en susurro,
cuando dejamos de bailar con los
versos
para no alborotar
la santa quietud de los resignados,
y cuando pedimos permiso
para acariciar el alma amada.
Soledad Lorena©
10 de junio de 2022