Tormentas, huracanes, vendavales, sudestadas, monzones y tsunamis de la vida que arrecian con toda la certidumbre y descolocan nuestra estabilidad, hasta dejarnos abatidos, abrumados y aturdidos.
De repente,
nada es claramente visible en el horizonte; no hay calma aparente a nuestro
alrededor y nuestros centros de alerta nos mantienen en vilo y en un estado de
defensa constante.
No queda más
que replegar las velas, detener la marcha, proteger los pertrechos, sostener el
latido, soltar los suspiros, demorar los mapas y contener las urgencias.
Quizá haya
que ser como el bambú, doblegándose en el viento; o como la hojarasca que
descubre nuevos destinos cuando las tormentas arrebatan su siesta. Tal vez, haya que refugiarse en una cueva de
amatista, en una trinchera bajo la tierra húmeda o hacerse un ovillo bajo una
hoja de palma. De cualquier manera, hay
que dejarse traspasar por la energía de los relámpagos y truenos para que nada
se detenga y permanezca en nosotros; sino que solamente nos transforme, para
despertar una nueva mirada desde el amanecer que siempre llega.
Soledad Lorena© / Tejedora de
Palabras
Susannah Lorenzo© / Tejedora de
Puentes
Madrugada, 13 de marzo de 2023
2 comentarios:
Después de la tormenta viene la calma, confianza en Dios de que todo pasará 🙏
Gracias Liby. Así es, siempre, todo pasa.
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