por eso quizá
la pena me embarga.
Ese árbol no entiende,
tampoco suplica.
Sus ramas extirpadas
dejaron la huella
del metal que no perdona,
no para esculpir a la Venus de Milo
sino para controlar luces y sombras.
Unas hojas irreverentes
en la deformidad crecen
desafiando el invierno
y la decisión que mancilla.
Ese árbol no juzga,
tampoco medita,
simplemente Es.
Observo y aprendo,
lo escucho y comprendo.
Soledad Lorena ©
9 de julio de 2017
Mientras esperaba el colectivo,
Un árbol se mostraba vulnerable.
Hubiera querido tener una cámara
Para capturar lo que mis ojos veían
Y mi corazón sentía.
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