Hay un tiempo de hacer, de intentar, de creer, de jugarse, de apostar, de desafiar miradas y juicios.
Hay un tiempo de silencio, callada vigilia de vientos que vendrán y aún no se anuncian.
Hay un tiempo para darse tiempo y dar tiempo.
Hay un tiempo que inexorablemente nos demora, nos aquieta, nos adormece y de algún modo nos prepara.
Hay un tiempo y este, o todo o nada, como en una gran perinola de la vida.
¿Dónde estará la musa?
Quizá en alguna mirada, en un resto de suspiro o en el recuerdo de un latido.
El tiempo y la musa son, simplemente, una excusa para volver a ser.
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