Las fosas de latidos guardan inesperados despertares,
necesario letargo para ignorar el dolor;
hasta que el mármol retumba
sofocando las cenizas de mi piel,
reinventando el olvido de tu nombre.
Como un prolijo tomero
recorro los zanjones.
Las compuertas siempre privan
a alguna acequia de su medida.
[Los azotes de mi culpa
pueden más
que tu carrusel de mentiras.]
Si pronunciaras la palabra correcta,
si avanzaras el paso acertado,
un sábana blanca
agitaría las batallas
que pacifican el alma.

Soledad Lorena
Versos de siembra nocturna y cosecha matinal
Diciembre 14, 2010